domingo, 26 de abril de 2009

Orfila: breve reseña biográfica


MATEO ORFILA Y EL NACIMENTO DE LA TOXICOLOGÍA MODERNA
Juan V. Fernández de la Gala
El pasado 24 de abril celebramos un aniversario más del nacimiento de Mateo Orfila, médico español afincado en Francia y considerado por muchos como el padre de la toxicología moderna.
 Con esta breve reseña biográfica respondo a la amable invitación del profesor Luis Alberto Ferrari, director de Ciencia Forense Latinoamericana, muy interesado en que la relevancia histórica de Mateo Orfila sea convenientemente conocida entre los profesionales de la toxicología
 y la medicina forense. A fin de cuentas, recuperar la figura de Orfila, sumida en un olvido inexplicable, no es más que un acto de justicia. Alguna vez he propuesto que, coincidiendo con la efemérides, celebrásemos el Día Internacional de la Toxicología o, al menos un Día de Orfila, dedicado específicamente a promover el conocimiento de la obra histórica del Dr. Mateo Orfila, como gran iniciador y divulgador de la toxicología científica, sus nuevos recursos experimentales y sus principales fundamentos anatomoclínicos.
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Mateu Josep Bonaventura Orfila i Rotger, conocido generalmente como Mateo Orfila, nació en Mahón, en la isla de Menorca (España), el 24 de abril de 1787. Su padre, un próspero marino mercante, procuró que Mateu recibiera desde su infancia una esmerada educación humanística, lo que incluía necesariamente el latín, la filosofía, las lenguas modernas y muy especialmente la música y el canto, para los que mostró excelentes dotes. Cuentan algunos biógrafos que su afición musical nació, en realidad, por indicación de su médico, el Dr. Siquier, como un modo de superar la tartamudez que padecía. Para su preparación en ciencias naturales y matemáticas su padre eligió a un preceptor de origen austriaco, Karl Ernst Cook, entusiasta del método pedagógico de Pestalozzi. Orfila guardará siempre un recuerdo entrañable de las clases de Cook, que supo despertar en el joven Mateu numerosas inquietudes y lo inclinó decididamente hacia las ciencias.
En 1802, con sólo quince años, Orfila se embarcó en una travesía por el Mediterráneo a bordo de un barco mercante propiedad de su padre. El viaje estuvo tan lleno de peripecias e incomodidades (incluyendo un encuentro con piratas) que el joven Orfila decidió alejarse de la tradición familiar marinera y optar resueltamente por las ciencias. En la Facultad de Medicina de Valencia inicia sus estudios en 1804, lamentando que la enseñanza fuera excesivamente memorística, y que se explicara anatomía “sin ver ni un cadáver”. Como ya entonces se sentía especialmente atraído por la Química, había montado un pequeño laboratorio en su casa y rebuscaba en la biblioteca los textos franceses de Lavoisier, de Berthollet, de Fourcroy y de Vauquelin. En aquellos libros se ofrecía una visión más actualizada de la Química, liberada al fin de la teoría del flogisto a la que todavía recurrían algunos de sus profesores.
En el siguiente curso, Orfila se traslada a Barcelona, donde asiste a las clases de química que estaba impartiendo Francesc Carbonell, joven farmacéutico formado en Francia e interesado especialmente en las conexiones entre la química y la medicina. Consciente de la valía de Orfila, Carbonell logró que la Junta de Comercio de Barcelona le concediese una beca de cuatro años, dos para estudiar en Madrid con Proust y otros dos para seguir en París las lecciones de Fourcroy.
Pero en vista de que Proust había tenido que regresar a Francia inesperadamente, en julio de 1807, con 20 años cumplidos y escaso dinero en el bolsillo, Orfila se presentó en París en busca del profesor Fourcroy. Y así, mientras proseguía con aplicación sus estudios de medicina, pasaba gran parte del día trabajando como ayudante en el laboratorio de Fourcroy y de Vauquelin. Al año siguiente, al estallar la guerra entre España y Francia, la beca que recibía puntualmente se suprime y desde entonces el joven Orfila subsistió económicamente impartiendo clases particulares de Física, Química, Botánica y Anatomía. Lejos de ser un contratiempo, esta actividad le permitió entrenar sus habilidades pedagógicas y afinar esa claridad expositiva que caracterizaría toda su carrera docente.


Obtenido el doctorado en Medicina en 1811 con una tesis sobre las características químicas de la orina en las ictericias, Orfila despliega en poco tiempo una actividad deslumbrante. Realiza más de cinco mil experimentos toxicológicos con perros, da conferencias en el Ateneo de París y escribe dos de sus obras clave: Traité des poisons (que luego se llamaría Toxicologie générale) y Éléments de chimie médicale. Ambos manuales fueron pronto traducidos a numerosas lenguas y usados como libros de texto en varias facultades europeas. Por inexplicable que parezca, Orfila encuentra tiempo también para la vida social y frecuenta los ambientes musicales de algunos salones parisinos, donde su magnífica voz de barítono le granjeó cierta fama.
En 1819 obtiene por oposición la cátedra de Medicina Legal de París, circunstancia que le obligaría a adoptar la nacionalidad francesa. Y tres años más tarde sucede a Vauquelin como catedrático de Química Médica. Sus clases eran muy concurridas, porque en sus explicaciones recurría siempre a las demostraciones experimentales y lograba así entusiasmar a los estudiantes, que estaban encantados de poder “ver” las cosas en lugar de leerlas simplemente en los libros de texto.
Desde entonces su carrera académica es fulgurante: decano de la Facultad de Medicina (1831-1848), miembro del Consejo General de Hospitales, del Consejo Municipal de París, del Consejo General del Sena, del Consejo Real de Instrucción Pública y comendador de la Legión de Honor. Desde 1836 introduce cambios importantes en las escuelas preparatorias de Medicina y en el desarrollo de los estudios universitarios, insistiendo en la implantación reglada de prácticas de laboratorio y de prácticas hospitalarias para los estudiantes. Fueron las suyas medidas de tan exquisita eficacia, que han estado vigentes en Francia casi hasta nuestros días, al menos hasta la Reforma Debré de 1958.

Pero probablemente la intervención pública de Orfila más recordada fue durante el juicio de Madame Lafarge (1840), joven viuda sobre la que pesaba la sospecha de haber envenenado a su marido con arsénico. Aplicando la novedosa técnica desarrollada por Marsh tres años antes, Orfila detectó arsénico en el cadáver y Madame Lafarge fue condenada a cadena perpetua en un juicio que se desarrolló con fuertes polémicas entre los peritos y una gran repercusión mediática.



En 1848, el compromiso de Orfila con la monarquía francesa (había sido médico personal de Luis XVIII, Carlos X y Luis Felipe de Orleáns) y su claro distanciamiento de la causa republicana provocaron que, al triunfar la revolución, fuera destituido de sus cargos oficiales y su gestión fuera puesta en tela de juicio. La destitución del decano Orfila provocó una oleada de protestas y movilizaciones entre los estudiantes y despertó la indignación de numerosos científicos franceses. En 1851, en una especie de acto de desagravio, Orfila fue nombrado presidente de la Academia de Medicina.
Muy poco después de aquel homenaje, en 1853, fallecía Mateo Orfila a la edad de 66 años. En su testamento había dejado fondos e instrucciones para el desarrollo de numerosas instituciones científicas y de beneficencia. También consignaba su deseo de que se le practicara la autopsia en presencia de sus alumnos, como un modo de reivindicar el carácter científico de una actividad que algunos consideraban denigrante o indigna. Y así se hizo. La apertura del tórax mostró dos pulmones congestivos, con amplios focos de consistencia hepática de un color rojo vinoso, que confirmaron el diagnóstico de neumonía. Al otro lado del ventanal, la primavera empezaba a asomarse ya a los bulevares de París y a los jardines del cementerio de Montparnasse, donde Orfila fue enterrado.


Hoy, 155 años después de su muerte, su recuerdo debe seguir vivo. Hay motivos justificados para ello, porque, de entre todas las aportaciones de Mateo Orfila, hay al menos cinco que merecen recordarse de modo especial. En primer lugar, su visión premonitoria al vislumbrar la necesidad de abordar la medicina desde perspectivas químicas y el acierto que tuvo al enfocar su propia formación personal y el curso de sus investigaciones en este terreno. Hoy, precisamente, somos testigos de un período histórico de la Medicina que, como había previsto Orfila, es esencialmente molecular y bioquímico. En segundo lugar, es Mateo Orfila quien establece de modo claro que el tóxico ingerido se absorbe en el conducto digestivo y por vía sanguínea se distribuye luego a las vísceras, de las que puede extraerse para su estudio. De esta manera el análisis toxicológico no puede circunscribirse al tubo digestivo, sino que debe extenderse también a los demás órganos. Por otra parte, su obra Traité des exhumations juridiques (1831) logró disipar muchos tabúes sociales y prejuicios personales a propósito de la exhumación de cadáveres, divulgándose esta práctica, que resultaba entonces bastante excepcional en la investigación forense. En cuarto lugar, su intervención mediática en el caso Lafarge, aplicando la técnica de Marsh para el arsénico, fue la puesta de largo de la toxicología como ciencia experimental al servicio de la justicia. Además de la confesión o de la prueba testimonial, las pruebas periciales empezaron a adquirir con Orfila todo el peso que les confiere su solidez científica. En el juicio se plantearon cuestiones cruciales para la toxicología, como las posibles fuentes de contaminación de las muestras o los límites cuantitativos entre normalidad e intoxicación. Por último, la extraordinaria difusión de sus manuales y libros de texto, editados ya entonces al menos en cinco lenguas (francés, inglés, alemán, español e italiano), permitió crear protocolos de actuación comunes para los toxicólogos, unos cimientos sobre los que se ha ido construyendo la disciplina rigurosa y científica que es hoy la moderna Toxicología.

N.B.: Gran parte de la obra histórica original de Mateo Orfila puede consultarse libremente en la web a través de la Bibliothèque Interuniversitaire de Médicine (BIUM). La página incluye también una cronología y una amplísima recopilación bibliográfica realizada por el profesor José Ramón Bertomeu, de la Universidad de Valencia: http://www.bium.univ-paris5.fr/histmed/medica/orfila.htm

BIBLIOGRAFÍA:
BALLESTEROS, A.: Mateu J. B. Orfila (1787-1853). Web de la Fundación Mateu Orfila, Conselleria de Salut i Consum, Govern de les Illes Balears. [Nota biográfica sobre Orfila disponible en línea en: http://www.fmo.es/noticia.php?TipoId=7; consultado el 26 de abril de 2009].

BERTOMEU SÁNCHEZ, J. R. (2006): Sentido y sensibilidad: Mateu Orfila, el ensayo de Marsh y el caso Lafarge. En: FUNDACIÓN DR. ANTONIO ESTEVE: Entre la ciencia y el crimen: Mateu Orfila y la toxicología en el siglo XIX. Barcelona, Fundación Dr. Antonio Esteve, 6 :73-97.

CHAUVAUD, F. (2006): Orfila y la medicina legal francesa en el siglo XIX. En: Entre la ciencia y el crimen: Mateu Orfila y la toxicología en el siglo XIX. Barcelona, Fundación Dr. Antonio Esteve, 6: 1-13.

LÓPEZ-OCÓN CABRERA, L. (2003): Breve historia de la ciencia española. Madrid, Alianza.

MOLINE, J. (2001): “El decano Orfila y la creación de la escuela de medicina de Tours”. Tonos Digital,2. [Disponible en línea en: http://www.um.es/tonosdigital/znum2/perfiles/PerfilOrfilaTonos2.htm; consultado el 26 de abril de 2009].

SCHÜLLER PÉREZ, A. (2003): “Vida y obra de Mateo Orfila”. Anales de la Real Academia Nacional de Medicina, 120, 3: 573-592.

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